Adoración que Trasciende al Culto
~ Marcos 14.26-42 ~
En alguna medida, cada uno de nosotros ha estado en los zapatos de los discípulos durmientes en Getsemaní. Nos hemos encontrado en situaciones donde no sabemos cómo responder a Jesús cuando nos encuentra dormidos.
Aun después de comer juntos, de compartir entre amigos, de escuchar la enseñanza del Maestro y permitirle lavar sus pies, después de cantar el himno y prometerle su fidelidad a precio de muerte, los discípulos no supieron qué responder a Jesús.
Nos concierne aquí el tema de la adoración corporativa que se da en el culto cristiano, y al mismo tiempo aquella adoración que toma trasciende al culto: la adoración personal. Al parecer, el culto sí cambia a las personas, aunque muchas veces ese cambio parece ser de corto plazo, porque parece que no dura más allá del monte de Olivos. Aunque la emoción de tener a Jesús con nosotros en el culto nos emociona, y le prometemos "cielo y tierra", esto no garantía que nos vayamos a convertir en adoradores de tiempo completo.
El culto nos recuerda enfáticamente que podemos adorar a Dios como comunidad, pero no nos asegura que este estado de adoración va a acompañarnos el resto de la semana fuera del ambiente eclesial.
Para los discípulos, especialmente para Pedro, Jacobo y Juan –y hasta para Marcos, de quien leemos el relato– la experiencia les haría crecer de manera dolorosa, para recordar el significado real de una vida que adora dentro y fuera de los márgenes de cualquier actividad religiosa: una vida que sabe responder cuando el Maestro nos pide vigilar y orar para no caer en tentación.
–Reyner Azofeifa
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septiembre 19, 2006
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