abril 30, 2007

YO SOY LA VID

Ted Kautzmann

Hoy concluimos la serie los “yo soy”, los dichos de Jesucristo registrados en el Evangelio de Juan en los cuales revela su persona, su rol en el plan de Dios y sus relaciones interpersonales con el padre y sus discípulos. Hoy tratamos el dicho, “Yo soy la vid”, que se encuentra en Juan, Capítulo 15.  Jesucristo usa una metáfora de una vid, un viñador y las ramas para explicar importantes aspectos de nuestra relación con Él y con el Padre.
 
Mientras espera el comienzo del culto esta noche, lea Juan 15: 1-17.  Varios versículos describen algunos aspectos de lo que involucra permanecer en la vid. ¿Puede encontrarlos?

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abril 15, 2007

YO SOY LA PUERTA



No hay quien se resista a la vida. El deseo de plenitud, para siempre, y no ser arrastrado por los acontecimientos, acompaña al hombre desde su nacimiento, aunque permanezca en la inconsciencia durante algunos años. Oímos hablar de guerras, de tensiones raciales y religiosas, de abortos, de crímenes pasionales... casi diríamos que la civilización alcanzada en los umbrales del siglo XXI a veces parece ser una civilización más de muerte que de otra cosa. Y, sin embargo, hay una palabra que resuena poderosa y que atraviesa los siglos: Yo he venido para tengan vida y la tengan abundante. Así define Jesús en el evangelio su misión, el fuego que abrasa su corazón: la vida del hombre.
Ya en el Antiguo Testamento, cuando Dios decidió presentarse a Moisés, dijo de sí mismo que no es Dios de muertos, sino de vivos. La vida pertenece a Dios, porque de algún modo se identifica con Él. Dios es la vida misma: Él no puede morir, de nadie recibe su existencia, y lo que Dios crea y provoca es la vida. Dios no quiere la muerte. Por eso Jesucristo aparece como el Enviado para enseñar a los hombres el camino de la vida y, aún más, para hacer posible la vida. Sólo Dios, por medio de Jesucristo, muerto y triunfador de la muerte con su Resurrección, es capaz de dar al hombre la vida que desea. Y de esta vida nos hace participar. Él la muestra en sí mismo y, sobre todo, la obra en nosotros.
Sólo Dios puede destruir todo aquello que es muerte para el hombre, y la raíz misma de esa muerte que es el pecado. Pero es también propio de la muerte resistirse a la vida, oponerse a ella. Sólo quedan dos opciones: o entrar en el aprisco, es decir, en el lugar de la vida, por la puerta que es Jesús, o contentarse con seguir a los que en realidad son ladrones y salteadores, todos aquellos que dejan al hombre en su muerte. La pregunta que queda es: ¿A quién iremos? ¡Ojalá cada uno y este mundo sepamos escuchar esta invitación-provocación de Jesús: Yo soy la puerta. Quien entre por mí se salvará!

~Ángel Castaño Félix

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abril 09, 2007

YO SOY LA RESURRECCION

Rodolfo Saborío

El contexto inmediato de esta declaración del Señor Jesucristo es la muerte y posterior resurrección de su amigo Lázaro. En muchas ocasiones las palabras y hechos del Maestro de Galilea no eran entendidas ni interpretadas bien por sus propios discípulos. Luego, tenía que hablarles con claridad. 'Lázaro no duerme, sino que ha muerto'. Y al llegar Jesús al sepulcro, ya habían pasado cuatro días de la partida de su apreciado amigo.
Marta, hermana de Lázaro, está angustiada y hasta le hace un reclamo a su amigo Jesús: 'Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.’ Pero él le responde: 'Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá', San Juan 11.25.
El poder de la resurrección del Señor transforma la vida de las personas. Este poder transformador lo vemos en la conversión de hombres y mujeres, como sucedió con muchos judíos que acompañaban a Marta y a María en su dolor, San Juan 11.45.
Pero ese poder transforma y cambia también aspectos importantes de nuestra vida como hijos e hijas de Dios. Transformó la tristeza y frustración de aquellos caminantes a Emaús; cambió la duda e incredulidad de Tomás, en una fe más profunda y le dio seguridad; Pedro experimentó un cambio radical en su vida. Transformó y cambió totalmente la vida de Saulo de perseguidor de la iglesia, al más grande misionero del primer siglo de nuestra era.
En este domingo recordamos con gran gozo las palabras de Jesús: 'YO SOY la resurrección’. ¡Aleluya! ¡Cristo Jesús ha resucitado!

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abril 02, 2007