Bernal Chavez
Hechos 2: 1-42
El Espíritu Santo se hace presente en la vida del cristiano desde el momento mismo en que Jesús llega a ser salvador. Dice la Palabra que somos sellados por el Espíritu Santo con una marca indeleble en cada uno de nosotros que nos identifica como los hijos e hijas de Dios.
Luego de esto el Espíritu Santo hace morada, hace un templo en cada uno de nosotros. Nos da dones para que seamos de edificación para la iglesia. Dios nos ofrece ser llenos del Espíritu Santo.
Dios prometió ese consolador que, según vimos hace unos domingos, vendría para enseñarnos y recordarnos todo lo que Jesús había dicho.
Pero, Dios escoge los momentos que menos esperamos para cumplir sus promesas. En el día de Pentecostés, un día que era utilizado por Israel para otra celebración, Dios envía al Consolador de una manera muy particular. Utilizó un momento en el cual estaban juntos unánimes, de allí la importancia de la unidad en la iglesia, pues Dios utiliza esos momentos para bendecir a su iglesia en gran manera.
Fueron llenos del Espíritu Santo, el cual se manifestó de muchas maneras: hablaron en otras lenguas según el Espíritu les daba que hablasen, recordaban las escrituras al pueblo, enseñaban con autoridad, llamaron al arrepentimiento, bautizaron a muchos.
Hoy, amada iglesia, Dios sigue cumplimiento sus promesas a nosotros, y está en cada uno el responder o no con obediencia y amor hacia Él. Abramos nuestros corazones y pensamientos a Dios, para que nuestro culto de hoy sea también una vivencia de unidad, servicio y gratitud hacia Dios y que cada momento que vamos a vivir sea de edificación y cumplimiento de las promesas de Dios en nuestras vidas.
mayo 31, 2007
mayo 23, 2007
DONES ESPIRITUALES
Rodolfo Saborío
I Corintios 12
En los ‘momentos de reflexión’ del domingo pasado, se dijo lo siguiente: ‘Somos una comunidad de cristianos que nos llamamos El Bosque. En las lecciones de ciencias se estudian las comunidades bióticas que forman la naturaleza que Dios hizo. Las comunidades son grupos de organismos vivos diferentes que tienen dos características: comparten el mismo hábitat e interactúan de manera armónica y ordenada’.
Es en el marco de esas características que el Espíritu Santo de Dios confiere sus dones a la iglesia de Jesucristo.
En lo atinente a las enseñanzas acerca de los dones espirituales que encontramos en
I Corintios 12 podemos señalar tres verdades fundamentales.
En primer lugar, los dones son dados por el Espíritu Santo y lo hace conforme Él quiere. Hay que cuidarse de la tentación de creer que uno por su propia cuenta tiene ciertos dones que puede ofrecerlos a los demás.
En segundo lugar, los dones dados por el Espíritu Santo a las personas son para el enriquecimiento del cuerpo de Cristo, que es la iglesia, y nunca para el beneficio personal. Se recibe un don y se pone al servicio de la comunidad.
Y en tercer lugar, el sentido de comunidad se manifiesta en la diversidad de dones que el Espíritu Santo confiere conforme a su voluntad. Con los dones esa diversidad conduce a la unidad. Bueno es recordar aquí que el don por excelencia que hemos recibido de Dios es la salvación.
En conclusión, reafirmamos que los dones espirituales son otorgados por el Santo Espíritu de Dios para enriquecimiento del cuerpo de Cristo. Al recibir un don se debe tomar la iniciativa para ponerlo al servicio de los demás. Así la comunidad (diversidad) encuentra el camino de la unidad. Que así sea en nuestra amada iglesia.
I Corintios 12
En los ‘momentos de reflexión’ del domingo pasado, se dijo lo siguiente: ‘Somos una comunidad de cristianos que nos llamamos El Bosque. En las lecciones de ciencias se estudian las comunidades bióticas que forman la naturaleza que Dios hizo. Las comunidades son grupos de organismos vivos diferentes que tienen dos características: comparten el mismo hábitat e interactúan de manera armónica y ordenada’.
Es en el marco de esas características que el Espíritu Santo de Dios confiere sus dones a la iglesia de Jesucristo.
En lo atinente a las enseñanzas acerca de los dones espirituales que encontramos en
I Corintios 12 podemos señalar tres verdades fundamentales.
En primer lugar, los dones son dados por el Espíritu Santo y lo hace conforme Él quiere. Hay que cuidarse de la tentación de creer que uno por su propia cuenta tiene ciertos dones que puede ofrecerlos a los demás.
En segundo lugar, los dones dados por el Espíritu Santo a las personas son para el enriquecimiento del cuerpo de Cristo, que es la iglesia, y nunca para el beneficio personal. Se recibe un don y se pone al servicio de la comunidad.
Y en tercer lugar, el sentido de comunidad se manifiesta en la diversidad de dones que el Espíritu Santo confiere conforme a su voluntad. Con los dones esa diversidad conduce a la unidad. Bueno es recordar aquí que el don por excelencia que hemos recibido de Dios es la salvación.
En conclusión, reafirmamos que los dones espirituales son otorgados por el Santo Espíritu de Dios para enriquecimiento del cuerpo de Cristo. Al recibir un don se debe tomar la iniciativa para ponerlo al servicio de los demás. Así la comunidad (diversidad) encuentra el camino de la unidad. Que así sea en nuestra amada iglesia.
mayo 10, 2007
VIVIR CONFORME AL ESPÍRITU DE DIOS
Gálatas 5.16-25
Rodolfo Saborío
De acuerdo con una definición del diccionario, el término antípoda señala un punto diametralmente opuesto a otro. En el texto bíblico escogido para hoy hay dos realidades opuestas: las obras de la carne y el fruto del Espíritu Santo de Dios. Dos listas que se oponen entre sí y conllevan a tensiones permanentes en la vida de los hijos y las hijas de Dios.
En el pasaje de Gálatas aparece en primer lugar la lista o deseos de la carne: inmoralidades sexuales, actitudes impuras y viciosas, idolatrías, brujerías, odios, discordias, enojos, celos, rivalidades, divisiones, partidismos, envidias, borracheras, glotonerías, etc. En la lista de los frutos del Espíritu Santo de Dios aparecen: amor, alegría, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.
En la vida cristiana nos vemos enfrentados a esas dos realidades. El apóstol San Pablo luchó intensamente con esta tensión hasta el punto de exclamar que aunque quisiera hacer el bien hacía el mal, como leemos en Romanos 7.19. En otros versos de ese capítulo se siente aún más esa tensión. Pero el capítulo se cierra con una acción de gracias a Dios por medio de Jesucristo.
La lista de los frutos del Espíritu Santo de Dios se refiere a dos relaciones importantes: con nosotros mismos y con los demás. El amor, la alegría y la paciencia apuntan a mirarnos hacia adentro. Pero no sólo mirarnos, deben conducirnos a actuar, a cambiar aquellas cosas que realmente necesitan ser cambiadas. Por otro lado, los otros frutos del Espíritu trascienden y se proyectan hacia otras personas. Por eso, la amabilidad, la fidelidad y la humildad tienen que ser cualidades que el Espíritu de Dios produce en nosotros para enriquecer la vida de otras personas. Esos frutos conforman el cuerpo de Cristo y le dan vida. Nuestra iglesia se llama ‘comunidad’, esto indica que vivimos una relación de identidad y de solidaridad. De ahí que, en primer lugar nos miramos hacia adentro y luego (diríamos simultáneamente) nos proyectamos a los demás para formar una comunidad en la que todos nos realizamos plenamente como hijos e hijas de Dios. ¡Que así sea!
Rodolfo Saborío
De acuerdo con una definición del diccionario, el término antípoda señala un punto diametralmente opuesto a otro. En el texto bíblico escogido para hoy hay dos realidades opuestas: las obras de la carne y el fruto del Espíritu Santo de Dios. Dos listas que se oponen entre sí y conllevan a tensiones permanentes en la vida de los hijos y las hijas de Dios.
En el pasaje de Gálatas aparece en primer lugar la lista o deseos de la carne: inmoralidades sexuales, actitudes impuras y viciosas, idolatrías, brujerías, odios, discordias, enojos, celos, rivalidades, divisiones, partidismos, envidias, borracheras, glotonerías, etc. En la lista de los frutos del Espíritu Santo de Dios aparecen: amor, alegría, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.
En la vida cristiana nos vemos enfrentados a esas dos realidades. El apóstol San Pablo luchó intensamente con esta tensión hasta el punto de exclamar que aunque quisiera hacer el bien hacía el mal, como leemos en Romanos 7.19. En otros versos de ese capítulo se siente aún más esa tensión. Pero el capítulo se cierra con una acción de gracias a Dios por medio de Jesucristo.
La lista de los frutos del Espíritu Santo de Dios se refiere a dos relaciones importantes: con nosotros mismos y con los demás. El amor, la alegría y la paciencia apuntan a mirarnos hacia adentro. Pero no sólo mirarnos, deben conducirnos a actuar, a cambiar aquellas cosas que realmente necesitan ser cambiadas. Por otro lado, los otros frutos del Espíritu trascienden y se proyectan hacia otras personas. Por eso, la amabilidad, la fidelidad y la humildad tienen que ser cualidades que el Espíritu de Dios produce en nosotros para enriquecer la vida de otras personas. Esos frutos conforman el cuerpo de Cristo y le dan vida. Nuestra iglesia se llama ‘comunidad’, esto indica que vivimos una relación de identidad y de solidaridad. De ahí que, en primer lugar nos miramos hacia adentro y luego (diríamos simultáneamente) nos proyectamos a los demás para formar una comunidad en la que todos nos realizamos plenamente como hijos e hijas de Dios. ¡Que así sea!
mayo 08, 2007
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