mayo 31, 2007

PENTECOSTÉS

Bernal Chavez

Hechos 2: 1-42

El Espíritu Santo se hace presente en la vida del cristiano desde el momento mismo en que Jesús llega a ser salvador. Dice la Palabra que somos sellados por el Espíritu Santo con una marca indeleble en cada uno de nosotros que nos identifica como los hijos e hijas de Dios.
Luego de esto el Espíritu Santo hace morada, hace un templo en cada uno de nosotros. Nos da dones para que seamos de edificación para la iglesia. Dios nos ofrece ser llenos del Espíritu Santo.
Dios prometió ese consolador que, según vimos hace unos domingos, vendría para enseñarnos y recordarnos todo lo que Jesús había dicho.
Pero, Dios escoge los momentos que menos esperamos para cumplir sus promesas. En el día de Pentecostés, un día que era utilizado por Israel para otra celebración, Dios envía al Consolador de una manera muy particular. Utilizó un momento en el cual estaban juntos unánimes, de allí la importancia de la unidad en la iglesia, pues Dios utiliza esos momentos para bendecir a su iglesia en gran manera.
Fueron llenos del Espíritu Santo, el cual se manifestó de muchas maneras: hablaron en otras lenguas según el Espíritu les daba que hablasen, recordaban las escrituras al pueblo, enseñaban con autoridad, llamaron al arrepentimiento, bautizaron a muchos.

Hoy, amada iglesia, Dios sigue cumplimiento sus promesas a nosotros, y está en cada uno el responder o no con obediencia y amor hacia Él. Abramos nuestros corazones y pensamientos a Dios, para que nuestro culto de hoy sea también una vivencia de unidad, servicio y gratitud hacia Dios y que cada momento que vamos a vivir sea de edificación y cumplimiento de las promesas de Dios en nuestras vidas.


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