junio 22, 2007
TRES ACTITUDES DE UN PADRE COMPRENSIVO
Lucas 15.11-32
RODOLFO SABORIO
De este pasaje aprendemos tres cosas importantes. Veamos:
Un padre que lo entrega todo. De acuerdo con el texto bíblico, el padre tenía dos hijos. El menor le pide la herencia por adelantado. El padre se la da, sin quitarle nada. Era un padre bueno y dadivoso; como dadivoso y bueno es también nuestro Padre Celestial. Nos imaginamos que el mismo muchacho debe haberse sorprendido por la bondad de su padre. En el pasaje se narra con bastante detalle cómo el joven gasta toda la herencia dada con amor por su padre.
Un padre que no se desespera en esperar. Parece que el padre intuye el fracaso del hijo. Es por esto que le espera día a día. Y a pesar de la arrogancia del muchacho el padre sabe que pronto regresará. La determinación del hijo es vivir lejos del calor paternal. Pero esa lejanía del hijo se torna en cercanía para el padre que espera con paciencia su retorno.
Un padre que levanta al hijo caído. El muchacho malgasta toda la herencia. Decide regresar a su hogar, ya no como hijo, sino como peón. Prepara un largo discurso para convencer a su padre. Sin embargo, apenas tiene oportunidad de pronunciar las primeras frases. El padre lo recibe jubiloso y manda a preparar una fiesta. No solamente lo perdona, sino que lo restaura como hijo y no como jornalero como quería el hijo.
Al igual que aquel padre, nuestro Padre que está en el cielo, nos levanta cuando caemos, nos perdona cuando pecamos, nos restaura y nos da el título de hijos e hijas.
junio 09, 2007
Bueno... ¿y ahora qué?
Por: David Ross
”Si haces lo correcto, siempre te aceptare con agrado, pero si no lo haces el pecado esta a tu puerta, deseando dominarte pero tu debes aprender a dominar al pecado” Génesis 4:7. Estas fueron la palabras de Dios para Caín hace miles de años y hoy poco a cambiado. Eso es lo difícil del pecado, siempre esta deseoso de vencernos, siempre al acecho, siempre a la espera. Al mismo tiempo eso es lo increíble de la gracia de Dios, del sacrificio de Jesús, su muerte y su sangre. Ese día en la cruz todo pecado que el ser humano pueda cometer (salvo la blasfemia contra Dios) fue borrado, fue perdonado; eso es si aceptas a Cristo como tu Dios y tu salvador. La gracia de Dios nos alcanza, nos llama y respondemos al llamado, a la voz de Dios, a su invitación a la vida y somos limpiados, salvados y redimidos…muy bien y ahora que???
Es usualmente en esta parte donde ya nos consideramos Cristianos oficialmente, pues ya cumplimos con la parte mas difícil, ya logramos lo mas importante, ya somos Cristianos! O no? ¿Que es un Cristiano, que significa ser Cristiano? Bueno, tomándolo literalmente ser Cristiano es ser como el Cristo, ser como Jesús. ¿Es posible entonces poder llegar a ser Cristiano de un día a otro, poder ser como Jesús con tan solo tomar una desiciòn? ¿Es posible para nosotros realmente ser Cristianos en este mundo? Es curioso que mucha gente considera que el ser Cristiano es un estado, se es o no se es, lo eres o no lo eres; serlo es como ser hombre o mujer, o eres hombre o eres mujer y lo que eres lo eres y punto! Pues lamentable para nosotros el ser un Cristiano verdadero no es así, ser un Cristiano no es un estado es un proceso! Ser “Cristiano” no debería de significar un adjetivo simplemente, seria muy insignificante y falso el cambio de Dios en nuestras vidas si fuera así, el ser “Cristiano” es verbo porque es algo que se hace no solo es algo que se es, es algo que se vive y requiere de esfuerzo y obediencia continua a Dios como bien lo indica Jesús en Juan 14:15. Esto sin embargo es diferente a lo que es la salvación que se acepta en determinado momento, Dios lo ofrece con gracia y amor y se acepta o no se acepta, así de fácil. El Cristianismo es lo que viene después de esa decisión. Y muchas veces es después de esta decisión que entramos en un sonambulismo espiritual. Cumplimos con lo mínimo y sin embargo pensamos que cumplimos de sobra; vamos a la iglesia, damos el diezmo, oramos antes de comer y antes de dormirnos (y a veces esta ultima oración nunca llega su conclusión!) y con eso nos basta. ¿Así es como debería de resumirse una vida Cristo céntrica, con Jesús como nuestra principal motivación para todo lo que hacemos en nuestras vidas? Y ahora mas profundamente pregúntese: ¿Es así como se resume mi vida como Cristiano? Pablo le escribió a la iglesia de Gàlatas: Dios los llamo a ustedes, y por medio de Cristo les mostró su amor. Por eso, casi no puedo creer que, en tan poco tiempo, hayan dejado de obedecer a Dios, y aceptado un mensaje diferente de esta buena noticia. Gàlatas 1:6. La iglesia de Gàlatas se estaba dejando engañar por algunos maestros Judaicos que decían que debían seguir la ley de Moisés para ser limpios, por su parte el mensaje de Dios a través de Pablo era que la limpieza se encontraba en Jesús y su sacrificio. Recordemos las palabras de Pablo, “casi no puedo creer que en tan poco tiempo hayan dejado de obedecer a Dios”. El error de la iglesia de Gàlatas fue dejarse engañar y no tener fe en Dios por influencia de los maestros Judaicos. Hoy en día el engaño continua y con mas fuerza pues cada el pecado se convierte mas en parte del diario vivir, es la norma, lo aceptable. Lo que cambia es quienes son los que engañan, ya no se trata de maestros de la ley de Moisés, con mucha frecuencia somos nosotros mismos los responsables. Como dijo Dios a Caín el pecado esta deseoso de dominarnos, y este deseo de dominio es especialmente fuerte hacia los que deciden seguir a Cristo. El pecado frecuentemente viene camuflado como algo normal, algo mínimo, algo de “de vez en cuando” o algo de “solo una vez” y nosotros con toda facilidad hacemos una excepción o nos hacemos los ciegos hacia este “detallito.” Sin embargo este detalle nos aleja de Dios, y si continuamos nos aleja mas y cada vez el detallito se convierte mas en detallote y es la presencia de Cristo en nuestros corazones el que se va convirtiendo mas detallito. El pecado se convierte en la norma y nuestro Cristianismo en la excepción y para peores, el pecado puede aparentar ser tan pequeño que se hace fácil de encubrir, poniéndolo diplomáticamente tratamos de obligar que el pecadito en nuestra vida y Cristo en nuestro corazón hagan las pases y que aprendan a vivir juntos dentro de nosotros en armonía. Sin embargo el pecado no se sacia tan fácilmente y siempre desea mas y al mismo tiempo y gracias a Dios por su misma naturaleza, el Cristo que vive en nosotros esta totalmente indispuesto a aceptar la tregua, con Jesús es todo o nada ( y aunque no lo crean esto es algo bueno!), este no es un Cristo manso y sumiso, se trata de un Jesús fuerte, poderoso e imponente, una lectura de Apocalipsis 1:14-16 nos demuestra una imagen de este Jesús temible, un poco diferente a la de los “Jesuses” de las películas de semana santa. Entonces volvamos a la pregunta: ¿Bueno y ahora que? La respuesta esta en manos de cada quien, todos tenemos algún “detallito” con que luchar, tal vez algo que se ha convertido en norma nuestra equívocamente. La decisión esta en su corazón, pero en caso de que decidas luchar la bueno lucha recuerda que no peleas solo. En el mundo tendrán aflicción, pero tengan confianza, pues yo he vencido al mundo! Juan 16:33
¿Y DESPUÉS DE PENTECOSTÉS QUÉ?
Rodolfo Saborío
El domingo pasado recordamos y celebramos la venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. En los domingos anteriores fijamos nuestra atención en las diferentes maneras cómo el Espíritu Santo de Dios se manifestó en la iglesia del primer siglo de nuestra era.
El primer sermón de Pedro se da en circunstancias un poco extrañas. El fenómeno de la glosolalia – facultad de hablar en lenguas-, produjo tal confusión en los moradores y visitantes que habían venido a Jerusalén para la celebración de la fiesta de Pentecostés que concluye con la afirmación de que esa gente está borracha. El Pedro nuevo revestido de un cambio radical después de la resurrección del Señor, puesto en pie junto con los otros apóstoles comienza su homilía con otra afirmación: ‘Estos no están borrachos como ustedes creen, ya que apenas son las nueve de la mañana’. Sigue con una cita de Joel. Luego cita a David en su canto del Salmo 16 en donde el salmista habla de la presencia del Señor en su vida. Por último fija su atención en la resurrección de Cristo Jesús y su señorío. Hace un llamado al arrepentimiento y al bautismo. Se bautizan como tres mil personas que son las primicias de la iglesia.
¿Cuál es el resultado de Pentecostés y del primer sermón de Pedro? ¿Qué sucedió después? ¿Qué pasó con esos nuevos creyentes? Sucedieron por lo menos cuatro cosas. En primer lugar, esos nuevos hermanos y hermanas perseveraban en la doctrina de los apóstoles. En segundo lugar, vivían en comunión unos con otros. En tercer lugar, juntos se gozaban en el partimiento del pan. Y en cuarto lugar, perseveraban en la oración.
Aún sin hacer una exégesis profunda entendemos estos cuatro aspectos vivenciales de aquellos hermanos y hermanas que nos precedieron en la conformación del cuerpo de Cristo. Ellos nos presentan el reto a seguir su ejemplo. Que el Espiritu Santo nos mueva a hacerlo aquí, en el siglo XXI, en la Comunidad Cristiana El Bosque.
mayo 31, 2007
PENTECOSTÉS
Bernal Chavez
Hechos 2: 1-42
El Espíritu Santo se hace presente en la vida del cristiano desde el momento mismo en que Jesús llega a ser salvador. Dice la Palabra que somos sellados por el Espíritu Santo con una marca indeleble en cada uno de nosotros que nos identifica como los hijos e hijas de Dios.
Luego de esto el Espíritu Santo hace morada, hace un templo en cada uno de nosotros. Nos da dones para que seamos de edificación para la iglesia. Dios nos ofrece ser llenos del Espíritu Santo.
Dios prometió ese consolador que, según vimos hace unos domingos, vendría para enseñarnos y recordarnos todo lo que Jesús había dicho.
Pero, Dios escoge los momentos que menos esperamos para cumplir sus promesas. En el día de Pentecostés, un día que era utilizado por Israel para otra celebración, Dios envía al Consolador de una manera muy particular. Utilizó un momento en el cual estaban juntos unánimes, de allí la importancia de la unidad en la iglesia, pues Dios utiliza esos momentos para bendecir a su iglesia en gran manera.
Fueron llenos del Espíritu Santo, el cual se manifestó de muchas maneras: hablaron en otras lenguas según el Espíritu les daba que hablasen, recordaban las escrituras al pueblo, enseñaban con autoridad, llamaron al arrepentimiento, bautizaron a muchos.
Hoy, amada iglesia, Dios sigue cumplimiento sus promesas a nosotros, y está en cada uno el responder o no con obediencia y amor hacia Él. Abramos nuestros corazones y pensamientos a Dios, para que nuestro culto de hoy sea también una vivencia de unidad, servicio y gratitud hacia Dios y que cada momento que vamos a vivir sea de edificación y cumplimiento de las promesas de Dios en nuestras vidas.
Hechos 2: 1-42
El Espíritu Santo se hace presente en la vida del cristiano desde el momento mismo en que Jesús llega a ser salvador. Dice la Palabra que somos sellados por el Espíritu Santo con una marca indeleble en cada uno de nosotros que nos identifica como los hijos e hijas de Dios.
Luego de esto el Espíritu Santo hace morada, hace un templo en cada uno de nosotros. Nos da dones para que seamos de edificación para la iglesia. Dios nos ofrece ser llenos del Espíritu Santo.
Dios prometió ese consolador que, según vimos hace unos domingos, vendría para enseñarnos y recordarnos todo lo que Jesús había dicho.
Pero, Dios escoge los momentos que menos esperamos para cumplir sus promesas. En el día de Pentecostés, un día que era utilizado por Israel para otra celebración, Dios envía al Consolador de una manera muy particular. Utilizó un momento en el cual estaban juntos unánimes, de allí la importancia de la unidad en la iglesia, pues Dios utiliza esos momentos para bendecir a su iglesia en gran manera.
Fueron llenos del Espíritu Santo, el cual se manifestó de muchas maneras: hablaron en otras lenguas según el Espíritu les daba que hablasen, recordaban las escrituras al pueblo, enseñaban con autoridad, llamaron al arrepentimiento, bautizaron a muchos.
Hoy, amada iglesia, Dios sigue cumplimiento sus promesas a nosotros, y está en cada uno el responder o no con obediencia y amor hacia Él. Abramos nuestros corazones y pensamientos a Dios, para que nuestro culto de hoy sea también una vivencia de unidad, servicio y gratitud hacia Dios y que cada momento que vamos a vivir sea de edificación y cumplimiento de las promesas de Dios en nuestras vidas.
mayo 23, 2007
DONES ESPIRITUALES
Rodolfo Saborío
I Corintios 12
En los ‘momentos de reflexión’ del domingo pasado, se dijo lo siguiente: ‘Somos una comunidad de cristianos que nos llamamos El Bosque. En las lecciones de ciencias se estudian las comunidades bióticas que forman la naturaleza que Dios hizo. Las comunidades son grupos de organismos vivos diferentes que tienen dos características: comparten el mismo hábitat e interactúan de manera armónica y ordenada’.
Es en el marco de esas características que el Espíritu Santo de Dios confiere sus dones a la iglesia de Jesucristo.
En lo atinente a las enseñanzas acerca de los dones espirituales que encontramos en
I Corintios 12 podemos señalar tres verdades fundamentales.
En primer lugar, los dones son dados por el Espíritu Santo y lo hace conforme Él quiere. Hay que cuidarse de la tentación de creer que uno por su propia cuenta tiene ciertos dones que puede ofrecerlos a los demás.
En segundo lugar, los dones dados por el Espíritu Santo a las personas son para el enriquecimiento del cuerpo de Cristo, que es la iglesia, y nunca para el beneficio personal. Se recibe un don y se pone al servicio de la comunidad.
Y en tercer lugar, el sentido de comunidad se manifiesta en la diversidad de dones que el Espíritu Santo confiere conforme a su voluntad. Con los dones esa diversidad conduce a la unidad. Bueno es recordar aquí que el don por excelencia que hemos recibido de Dios es la salvación.
En conclusión, reafirmamos que los dones espirituales son otorgados por el Santo Espíritu de Dios para enriquecimiento del cuerpo de Cristo. Al recibir un don se debe tomar la iniciativa para ponerlo al servicio de los demás. Así la comunidad (diversidad) encuentra el camino de la unidad. Que así sea en nuestra amada iglesia.
I Corintios 12
En los ‘momentos de reflexión’ del domingo pasado, se dijo lo siguiente: ‘Somos una comunidad de cristianos que nos llamamos El Bosque. En las lecciones de ciencias se estudian las comunidades bióticas que forman la naturaleza que Dios hizo. Las comunidades son grupos de organismos vivos diferentes que tienen dos características: comparten el mismo hábitat e interactúan de manera armónica y ordenada’.
Es en el marco de esas características que el Espíritu Santo de Dios confiere sus dones a la iglesia de Jesucristo.
En lo atinente a las enseñanzas acerca de los dones espirituales que encontramos en
I Corintios 12 podemos señalar tres verdades fundamentales.
En primer lugar, los dones son dados por el Espíritu Santo y lo hace conforme Él quiere. Hay que cuidarse de la tentación de creer que uno por su propia cuenta tiene ciertos dones que puede ofrecerlos a los demás.
En segundo lugar, los dones dados por el Espíritu Santo a las personas son para el enriquecimiento del cuerpo de Cristo, que es la iglesia, y nunca para el beneficio personal. Se recibe un don y se pone al servicio de la comunidad.
Y en tercer lugar, el sentido de comunidad se manifiesta en la diversidad de dones que el Espíritu Santo confiere conforme a su voluntad. Con los dones esa diversidad conduce a la unidad. Bueno es recordar aquí que el don por excelencia que hemos recibido de Dios es la salvación.
En conclusión, reafirmamos que los dones espirituales son otorgados por el Santo Espíritu de Dios para enriquecimiento del cuerpo de Cristo. Al recibir un don se debe tomar la iniciativa para ponerlo al servicio de los demás. Así la comunidad (diversidad) encuentra el camino de la unidad. Que así sea en nuestra amada iglesia.
mayo 10, 2007
VIVIR CONFORME AL ESPÍRITU DE DIOS
Gálatas 5.16-25
Rodolfo Saborío
De acuerdo con una definición del diccionario, el término antípoda señala un punto diametralmente opuesto a otro. En el texto bíblico escogido para hoy hay dos realidades opuestas: las obras de la carne y el fruto del Espíritu Santo de Dios. Dos listas que se oponen entre sí y conllevan a tensiones permanentes en la vida de los hijos y las hijas de Dios.
En el pasaje de Gálatas aparece en primer lugar la lista o deseos de la carne: inmoralidades sexuales, actitudes impuras y viciosas, idolatrías, brujerías, odios, discordias, enojos, celos, rivalidades, divisiones, partidismos, envidias, borracheras, glotonerías, etc. En la lista de los frutos del Espíritu Santo de Dios aparecen: amor, alegría, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.
En la vida cristiana nos vemos enfrentados a esas dos realidades. El apóstol San Pablo luchó intensamente con esta tensión hasta el punto de exclamar que aunque quisiera hacer el bien hacía el mal, como leemos en Romanos 7.19. En otros versos de ese capítulo se siente aún más esa tensión. Pero el capítulo se cierra con una acción de gracias a Dios por medio de Jesucristo.
La lista de los frutos del Espíritu Santo de Dios se refiere a dos relaciones importantes: con nosotros mismos y con los demás. El amor, la alegría y la paciencia apuntan a mirarnos hacia adentro. Pero no sólo mirarnos, deben conducirnos a actuar, a cambiar aquellas cosas que realmente necesitan ser cambiadas. Por otro lado, los otros frutos del Espíritu trascienden y se proyectan hacia otras personas. Por eso, la amabilidad, la fidelidad y la humildad tienen que ser cualidades que el Espíritu de Dios produce en nosotros para enriquecer la vida de otras personas. Esos frutos conforman el cuerpo de Cristo y le dan vida. Nuestra iglesia se llama ‘comunidad’, esto indica que vivimos una relación de identidad y de solidaridad. De ahí que, en primer lugar nos miramos hacia adentro y luego (diríamos simultáneamente) nos proyectamos a los demás para formar una comunidad en la que todos nos realizamos plenamente como hijos e hijas de Dios. ¡Que así sea!
Rodolfo Saborío
De acuerdo con una definición del diccionario, el término antípoda señala un punto diametralmente opuesto a otro. En el texto bíblico escogido para hoy hay dos realidades opuestas: las obras de la carne y el fruto del Espíritu Santo de Dios. Dos listas que se oponen entre sí y conllevan a tensiones permanentes en la vida de los hijos y las hijas de Dios.
En el pasaje de Gálatas aparece en primer lugar la lista o deseos de la carne: inmoralidades sexuales, actitudes impuras y viciosas, idolatrías, brujerías, odios, discordias, enojos, celos, rivalidades, divisiones, partidismos, envidias, borracheras, glotonerías, etc. En la lista de los frutos del Espíritu Santo de Dios aparecen: amor, alegría, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.
En la vida cristiana nos vemos enfrentados a esas dos realidades. El apóstol San Pablo luchó intensamente con esta tensión hasta el punto de exclamar que aunque quisiera hacer el bien hacía el mal, como leemos en Romanos 7.19. En otros versos de ese capítulo se siente aún más esa tensión. Pero el capítulo se cierra con una acción de gracias a Dios por medio de Jesucristo.
La lista de los frutos del Espíritu Santo de Dios se refiere a dos relaciones importantes: con nosotros mismos y con los demás. El amor, la alegría y la paciencia apuntan a mirarnos hacia adentro. Pero no sólo mirarnos, deben conducirnos a actuar, a cambiar aquellas cosas que realmente necesitan ser cambiadas. Por otro lado, los otros frutos del Espíritu trascienden y se proyectan hacia otras personas. Por eso, la amabilidad, la fidelidad y la humildad tienen que ser cualidades que el Espíritu de Dios produce en nosotros para enriquecer la vida de otras personas. Esos frutos conforman el cuerpo de Cristo y le dan vida. Nuestra iglesia se llama ‘comunidad’, esto indica que vivimos una relación de identidad y de solidaridad. De ahí que, en primer lugar nos miramos hacia adentro y luego (diríamos simultáneamente) nos proyectamos a los demás para formar una comunidad en la que todos nos realizamos plenamente como hijos e hijas de Dios. ¡Que así sea!
mayo 08, 2007
abril 30, 2007
YO SOY LA VID
Ted Kautzmann
Hoy concluimos la serie los “yo soy”, los dichos de Jesucristo registrados en el Evangelio de Juan en los cuales revela su persona, su rol en el plan de Dios y sus relaciones interpersonales con el padre y sus discípulos. Hoy tratamos el dicho, “Yo soy la vid”, que se encuentra en Juan, Capítulo 15. Jesucristo usa una metáfora de una vid, un viñador y las ramas para explicar importantes aspectos de nuestra relación con Él y con el Padre.
Mientras espera el comienzo del culto esta noche, lea Juan 15: 1-17. Varios versículos describen algunos aspectos de lo que involucra permanecer en la vid. ¿Puede encontrarlos?
Ver Boletín de la semana
Hoy concluimos la serie los “yo soy”, los dichos de Jesucristo registrados en el Evangelio de Juan en los cuales revela su persona, su rol en el plan de Dios y sus relaciones interpersonales con el padre y sus discípulos. Hoy tratamos el dicho, “Yo soy la vid”, que se encuentra en Juan, Capítulo 15. Jesucristo usa una metáfora de una vid, un viñador y las ramas para explicar importantes aspectos de nuestra relación con Él y con el Padre.
Mientras espera el comienzo del culto esta noche, lea Juan 15: 1-17. Varios versículos describen algunos aspectos de lo que involucra permanecer en la vid. ¿Puede encontrarlos?
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abril 15, 2007
YO SOY LA PUERTA
No hay quien se resista a la vida. El deseo de plenitud, para siempre, y no ser arrastrado por los acontecimientos, acompaña al hombre desde su nacimiento, aunque permanezca en la inconsciencia durante algunos años. Oímos hablar de guerras, de tensiones raciales y religiosas, de abortos, de crímenes pasionales... casi diríamos que la civilización alcanzada en los umbrales del siglo XXI a veces parece ser una civilización más de muerte que de otra cosa. Y, sin embargo, hay una palabra que resuena poderosa y que atraviesa los siglos: Yo he venido para tengan vida y la tengan abundante. Así define Jesús en el evangelio su misión, el fuego que abrasa su corazón: la vida del hombre.
Ya en el Antiguo Testamento, cuando Dios decidió presentarse a Moisés, dijo de sí mismo que no es Dios de muertos, sino de vivos. La vida pertenece a Dios, porque de algún modo se identifica con Él. Dios es la vida misma: Él no puede morir, de nadie recibe su existencia, y lo que Dios crea y provoca es la vida. Dios no quiere la muerte. Por eso Jesucristo aparece como el Enviado para enseñar a los hombres el camino de la vida y, aún más, para hacer posible la vida. Sólo Dios, por medio de Jesucristo, muerto y triunfador de la muerte con su Resurrección, es capaz de dar al hombre la vida que desea. Y de esta vida nos hace participar. Él la muestra en sí mismo y, sobre todo, la obra en nosotros.
Sólo Dios puede destruir todo aquello que es muerte para el hombre, y la raíz misma de esa muerte que es el pecado. Pero es también propio de la muerte resistirse a la vida, oponerse a ella. Sólo quedan dos opciones: o entrar en el aprisco, es decir, en el lugar de la vida, por la puerta que es Jesús, o contentarse con seguir a los que en realidad son ladrones y salteadores, todos aquellos que dejan al hombre en su muerte. La pregunta que queda es: ¿A quién iremos? ¡Ojalá cada uno y este mundo sepamos escuchar esta invitación-provocación de Jesús: Yo soy la puerta. Quien entre por mí se salvará!
~Ángel Castaño Félix
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abril 09, 2007
YO SOY LA RESURRECCION
Rodolfo Saborío
El contexto inmediato de esta declaración del Señor Jesucristo es la muerte y posterior resurrección de su amigo Lázaro. En muchas ocasiones las palabras y hechos del Maestro de Galilea no eran entendidas ni interpretadas bien por sus propios discípulos. Luego, tenía que hablarles con claridad. 'Lázaro no duerme, sino que ha muerto'. Y al llegar Jesús al sepulcro, ya habían pasado cuatro días de la partida de su apreciado amigo.
Marta, hermana de Lázaro, está angustiada y hasta le hace un reclamo a su amigo Jesús: 'Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.’ Pero él le responde: 'Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá', San Juan 11.25.
El poder de la resurrección del Señor transforma la vida de las personas. Este poder transformador lo vemos en la conversión de hombres y mujeres, como sucedió con muchos judíos que acompañaban a Marta y a María en su dolor, San Juan 11.45.
Pero ese poder transforma y cambia también aspectos importantes de nuestra vida como hijos e hijas de Dios. Transformó la tristeza y frustración de aquellos caminantes a Emaús; cambió la duda e incredulidad de Tomás, en una fe más profunda y le dio seguridad; Pedro experimentó un cambio radical en su vida. Transformó y cambió totalmente la vida de Saulo de perseguidor de la iglesia, al más grande misionero del primer siglo de nuestra era.
En este domingo recordamos con gran gozo las palabras de Jesús: 'YO SOY la resurrección’. ¡Aleluya! ¡Cristo Jesús ha resucitado!
Ver el Boletín de la semana
El contexto inmediato de esta declaración del Señor Jesucristo es la muerte y posterior resurrección de su amigo Lázaro. En muchas ocasiones las palabras y hechos del Maestro de Galilea no eran entendidas ni interpretadas bien por sus propios discípulos. Luego, tenía que hablarles con claridad. 'Lázaro no duerme, sino que ha muerto'. Y al llegar Jesús al sepulcro, ya habían pasado cuatro días de la partida de su apreciado amigo.
Marta, hermana de Lázaro, está angustiada y hasta le hace un reclamo a su amigo Jesús: 'Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.’ Pero él le responde: 'Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá', San Juan 11.25.
El poder de la resurrección del Señor transforma la vida de las personas. Este poder transformador lo vemos en la conversión de hombres y mujeres, como sucedió con muchos judíos que acompañaban a Marta y a María en su dolor, San Juan 11.45.
Pero ese poder transforma y cambia también aspectos importantes de nuestra vida como hijos e hijas de Dios. Transformó la tristeza y frustración de aquellos caminantes a Emaús; cambió la duda e incredulidad de Tomás, en una fe más profunda y le dio seguridad; Pedro experimentó un cambio radical en su vida. Transformó y cambió totalmente la vida de Saulo de perseguidor de la iglesia, al más grande misionero del primer siglo de nuestra era.
En este domingo recordamos con gran gozo las palabras de Jesús: 'YO SOY la resurrección’. ¡Aleluya! ¡Cristo Jesús ha resucitado!
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abril 02, 2007
marzo 26, 2007
YO SOY LA LUZ DEL MUNDO
Marilú Navarro
El mundo vive en oscuridad. Esa es una realidad que percibimos en el periódico o al ver un noticiero de televisión. Los hombres se levantan contra los hombres y no parece haber progreso en la conciencia social. ¿Qué significa, entonces, que Jesús se presente a sí mismo como la luz del mundo? El simbolismo de la luz nos remite compararla a algunos efectos que la presencia de Cristo tiene en nosotros:
La luz revela, y una de las primeras cosas que podemos ver con claridad, gracias a su aparición, es la fuente que la genera. Así la luz de Cristo nos muestra quienes somos en realidad. Nos «descubre», pues hace visible nuestra posición actual y nuestra proyección futura.
La luz guía, pues en un camino incierto y oscuro nos permite ver las condiciones que nos circundan y los obstáculos que enfrentamos. Salir de las tinieblas de nuestra noche oscura —nuestro pecado y necesidad— hace que podamos gozar de la belleza y la provisión de Dios para nosotros: luz para vivir y para amar incondicionalmente.
La luz se refleja, como viajera inocultable, cuando la luz del Señor se proyecta de nuestra vida hacia lo que nos rodea. Como el sol es para la tierra tiempo, luz, calor y vida, Cristo es nuestro sustentador —el sol de justicia—; sin embargo no tenemos luz propia, somos como lunas que reflejamos el amor infinito de Dios.
El Señor además de referirse a sí mismo como luz del mundo, dijo que nosotros también lo éramos, aludiendo a la luz que mora en nosotros: Cristo Jesús. La muestra externa de esta luz es el amor que nos tenemos unos a otros. Andar en tinieblas, según Juan 2.11, significa aborrecer al hermano. El resultado de la luz es la comunión (1Juan 1.7) como expresión de mutua aceptación y armonía respetuosa.
Si la luz revela quienes somos, y si esa misma luz nos guía en el camino, entonces estamos llamados a iluminar con nuestra manera de vivir el mundo que habitamos. Este mundo herido y oscuro puede ser un lugar mejor porque «la Luz» ha venido al mundo y ahora tenemos la responsabilidad de brillar en Su nombre.
El mundo vive en oscuridad. Esa es una realidad que percibimos en el periódico o al ver un noticiero de televisión. Los hombres se levantan contra los hombres y no parece haber progreso en la conciencia social. ¿Qué significa, entonces, que Jesús se presente a sí mismo como la luz del mundo? El simbolismo de la luz nos remite compararla a algunos efectos que la presencia de Cristo tiene en nosotros:
La luz revela, y una de las primeras cosas que podemos ver con claridad, gracias a su aparición, es la fuente que la genera. Así la luz de Cristo nos muestra quienes somos en realidad. Nos «descubre», pues hace visible nuestra posición actual y nuestra proyección futura.
La luz guía, pues en un camino incierto y oscuro nos permite ver las condiciones que nos circundan y los obstáculos que enfrentamos. Salir de las tinieblas de nuestra noche oscura —nuestro pecado y necesidad— hace que podamos gozar de la belleza y la provisión de Dios para nosotros: luz para vivir y para amar incondicionalmente.
La luz se refleja, como viajera inocultable, cuando la luz del Señor se proyecta de nuestra vida hacia lo que nos rodea. Como el sol es para la tierra tiempo, luz, calor y vida, Cristo es nuestro sustentador —el sol de justicia—; sin embargo no tenemos luz propia, somos como lunas que reflejamos el amor infinito de Dios.
El Señor además de referirse a sí mismo como luz del mundo, dijo que nosotros también lo éramos, aludiendo a la luz que mora en nosotros: Cristo Jesús. La muestra externa de esta luz es el amor que nos tenemos unos a otros. Andar en tinieblas, según Juan 2.11, significa aborrecer al hermano. El resultado de la luz es la comunión (1Juan 1.7) como expresión de mutua aceptación y armonía respetuosa.
Si la luz revela quienes somos, y si esa misma luz nos guía en el camino, entonces estamos llamados a iluminar con nuestra manera de vivir el mundo que habitamos. Este mundo herido y oscuro puede ser un lugar mejor porque «la Luz» ha venido al mundo y ahora tenemos la responsabilidad de brillar en Su nombre.
marzo 20, 2007
EL PAN DE VIDA
Harold Segura C
Uno de los grandes rasgos de la nueva cultura posmoderna es su agitada y confusa religiosidad. Hoy hay hambre de religión. La Nueva Era ha ampliado las ofertas de la religiosidad y en le menú se ofrece desde las más antiguas formas de adoración ancentral hasta las más sofisticadas filosofías para intelectuales insatisfechos.
Ante tal hambre, las palabras de Jesús regresan con la misma fuerza de siempre: «Yo soy el pan de vida» (Juan 6:35), es decir, «yo soy el único que puede saciar la sed de trascendencia y devolver el sentido de la vida».
Ante el pluralismo reinante, esa afirmación de Jesús puede sonar arrogante y pretenciosa. ¿Acaso no hay otras formas también válidas y respetables de saciar el hambre de Dios? Creo que el cristianismo debe acercarse con respeto a todas las demás formas de fe y religión, dialogar con ellas y hasta cruzarse en el camino común del servicio al prójimo. PERO todo eso sin renunciar a su afirmación de que Jesús es el pan que sacia el hambre y que conduce a la casa del Padre.
La vida perdonada por Dios y reconcilada con el Creador sólo tiene un camino: Jesús. Él calma el hambre de Dios. Hay otros panes, pero quien los come volverá a tener hambre (Juan 6:35). Sólo Jesús nos satisface porque, como él mismo lo dijo: «el que a mi viene, nunca tendrá hambre; y el que en mi cree, no tendrá sed jamás» (Juan 6:35)
Uno de los grandes rasgos de la nueva cultura posmoderna es su agitada y confusa religiosidad. Hoy hay hambre de religión. La Nueva Era ha ampliado las ofertas de la religiosidad y en le menú se ofrece desde las más antiguas formas de adoración ancentral hasta las más sofisticadas filosofías para intelectuales insatisfechos.
Ante tal hambre, las palabras de Jesús regresan con la misma fuerza de siempre: «Yo soy el pan de vida» (Juan 6:35), es decir, «yo soy el único que puede saciar la sed de trascendencia y devolver el sentido de la vida».
Ante el pluralismo reinante, esa afirmación de Jesús puede sonar arrogante y pretenciosa. ¿Acaso no hay otras formas también válidas y respetables de saciar el hambre de Dios? Creo que el cristianismo debe acercarse con respeto a todas las demás formas de fe y religión, dialogar con ellas y hasta cruzarse en el camino común del servicio al prójimo. PERO todo eso sin renunciar a su afirmación de que Jesús es el pan que sacia el hambre y que conduce a la casa del Padre.
La vida perdonada por Dios y reconcilada con el Creador sólo tiene un camino: Jesús. Él calma el hambre de Dios. Hay otros panes, pero quien los come volverá a tener hambre (Juan 6:35). Sólo Jesús nos satisface porque, como él mismo lo dijo: «el que a mi viene, nunca tendrá hambre; y el que en mi cree, no tendrá sed jamás» (Juan 6:35)
YO SOY EL BUEN PASTOR
San Juan 10.1-11
por Rodolfo Saborío
Con este título iniciamos hoy una serie de siete sermones sobre los YO SOY de Jesús.
La figura del pastor nos viene del Antiguo Testamento en donde el Salmo 23 es el paradigma total de confianza. Ahí encontramos un canto al descanso, a la paz, a la tranquilidad y a la esperanza. Este salmo ha sido para los pastores un oasis de confianza y esperanza en medio de las vicisitudes del pueblo de Dios. Quizás ha sido la porción bíblica más leida en el lecho de enfermedad en hospitales, asilos y hogares. Y en otras áreas (situaciones) en donde se viven momentos de angustias, temor y desamparo, también ha sido la palabra que reconforta y fortalece en medio del nerviosismo y del temor.
En la porción escogida en esta tarde el Señor se autodenomina ‘Yo soy el buen pastor’. En estos días en algunos círculos evangélicos llamarse pastor está en decadencia, está en picada, está en desuso. ¡Qué reconfortante volver los ojos al pasaje bíblico de hoy en donde el Maestro de maestros, Señor de señores, Señor de la Iglesia, e Hijo de Dios, se autodenomina ‘Yo soy el buen pastor’. Probablemente, en esos círculos la tarea del pastor se hace muy pesada y es más llamativo y cómodo llamarse apóstol, profeta, y por qué no, hasta patriarca.
La tarea del buen pastor conlleva el serio trabajo de conocer en forma profunda a las ovejas, llamarlas por nombre, acompañarlas, orientarlas, e ir siempre delante de ellas. Y esto conlleva (acarrea) dedicación, entrega, servicio y hasta sacrificio. Esto, muchas veces, no es atractivo ni retador. Pero Jesús, el buen pastor, vivió con intensidad su propia autodefinición, hasta dar su vida por las ovejas. ¡Maravilloso ejemplo a seguir!
febrero 16, 2007
MOISES: DIOS LLAMA Y ENVIA
Juan Stam
Definitivamente, la mano de Dios estaba sobre Moisés desde su nacimiento. Comenzando su vida como un niño escondido en la clandestinidad y después un "niño abandonado" en el río Nilo, pasó a crearse al palacio de la hija de Faraón y fue "enseñado en toda la sabiduría de los egipcios" (Hch 7:22). Ya grande, por un intento de realizar la justicia y defender a un compatriota hebreo, fue fugitivo de su patria (porque era egipcio) y entró en un exilio que duró cuarenta años. Pero en ese exilio, cuidando las ovejas de su suegro, Moisés tuvo el más grande encuentro con Dios de todo el Antiguo Testamento. Desde aquella zarza que ardía sin consumirse, Dios llamó a Moisés a ser participante en su proyecto de salvación y protagonista de la liberación de su pueblo oprimido. Moisés respondió al llamado de Dios con cinco excusas, pero al fin acepto el desafío y se convirtió en el líder de su pueblo y fundador de la nación, algo así como Simón Bolivar para América Latina.
Moisés no fue sólo un gran estadista (¡un político en servicio del Reino de Dios y su justicia), el Legislador inspirado para toda la ley judía y un Juez en los conflictos del pueblo. Era también, y sobre todo, un profeta, el primero de la línea profética y el prototipo para lo que es verdaderamente un profeta. "Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido a Jehová cara a cara" (Deut 34:10). Aunque hubo profetas después, nunca hubo otro profeta como Moisés. Con el tiempo el pueblo nómado de Moisés, con su tabernáculo portátil, se estableción en Palestina como pueblo sedentario y agrícola y se olvidaron del Dios del desierto, el "Yo soy el que soy" de la zarza que ardía. En eso Dios levantó nuevas voces proféticas, comenzando con Elías y Eliseo y culminando con los profetas escritos de nuestro Antiguo Testamento. Todos ellos eran hijos y nietos espirituales de Moisés, que no hicieron otra cosa que restaurar la fe "yahvista" de Moisés, basado en el encuentro con el gran "Yo Soy".
Definitivamente, la mano de Dios estaba sobre Moisés desde su nacimiento. Comenzando su vida como un niño escondido en la clandestinidad y después un "niño abandonado" en el río Nilo, pasó a crearse al palacio de la hija de Faraón y fue "enseñado en toda la sabiduría de los egipcios" (Hch 7:22). Ya grande, por un intento de realizar la justicia y defender a un compatriota hebreo, fue fugitivo de su patria (porque era egipcio) y entró en un exilio que duró cuarenta años. Pero en ese exilio, cuidando las ovejas de su suegro, Moisés tuvo el más grande encuentro con Dios de todo el Antiguo Testamento. Desde aquella zarza que ardía sin consumirse, Dios llamó a Moisés a ser participante en su proyecto de salvación y protagonista de la liberación de su pueblo oprimido. Moisés respondió al llamado de Dios con cinco excusas, pero al fin acepto el desafío y se convirtió en el líder de su pueblo y fundador de la nación, algo así como Simón Bolivar para América Latina.
Moisés no fue sólo un gran estadista (¡un político en servicio del Reino de Dios y su justicia), el Legislador inspirado para toda la ley judía y un Juez en los conflictos del pueblo. Era también, y sobre todo, un profeta, el primero de la línea profética y el prototipo para lo que es verdaderamente un profeta. "Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido a Jehová cara a cara" (Deut 34:10). Aunque hubo profetas después, nunca hubo otro profeta como Moisés. Con el tiempo el pueblo nómado de Moisés, con su tabernáculo portátil, se estableción en Palestina como pueblo sedentario y agrícola y se olvidaron del Dios del desierto, el "Yo soy el que soy" de la zarza que ardía. En eso Dios levantó nuevas voces proféticas, comenzando con Elías y Eliseo y culminando con los profetas escritos de nuestro Antiguo Testamento. Todos ellos eran hijos y nietos espirituales de Moisés, que no hicieron otra cosa que restaurar la fe "yahvista" de Moisés, basado en el encuentro con el gran "Yo Soy".
ÉXODO: EL DIOS QUE ACOMPAÑA
José Arias
“Busque la presencia de Dios, agárrese del Señor porque los días son malos.” Con mucha frecuencia escuchamos a predicadores decir esas frases en sus congregaciones. Pero, ¿es bíblicamente correcto conducirnos bajo ese pensamiento?
El ser humano siempre ha buscado a Dios, sin saber que esa no es la dirección correcta. La Biblia nos muestra a Dios como el que ama y busca a la persona. En Éxodo podemos ver como Dios reconoce y se acerca a su pueblo. Por lo tanto, nosotros no nos acercamos a Dios, es Dios quien se acerca a nosotros. Nos nos podemos agarrar de Dios, por eso él actúa como el Buen Pastor que nos sostiene. Recordemos que no fuimos al cielo, fue Dios mismo quien descendió y tomó la naturaleza humana para morir y resucitar por nosotros.
Como herederos de la Reforma, debemos recordar lo que nuestro hermano Juan Calvino, basado en las Escrituras, enseñó:
Desde Adán, toda la naturaleza humana está caída y con la conciencia entenebrecida. El ser humano no reconoce la presencia de Dios ni la puede buscar. Por eso, llegar a Cristo es un acto de regeneración que logramos solo por Su gracia, y permanecemos en él por su gracia.
El caminar diario del cristiano se basa en la negación de sí mismo, tomar su cruz y seguirle; es una decisión basada en la confrontación y desafío. Pero, ¡tranquilo!, no caminamos solos porque el Señor es EL DIOS QUE ACOMPAÑA.
“Busque la presencia de Dios, agárrese del Señor porque los días son malos.” Con mucha frecuencia escuchamos a predicadores decir esas frases en sus congregaciones. Pero, ¿es bíblicamente correcto conducirnos bajo ese pensamiento?
El ser humano siempre ha buscado a Dios, sin saber que esa no es la dirección correcta. La Biblia nos muestra a Dios como el que ama y busca a la persona. En Éxodo podemos ver como Dios reconoce y se acerca a su pueblo. Por lo tanto, nosotros no nos acercamos a Dios, es Dios quien se acerca a nosotros. Nos nos podemos agarrar de Dios, por eso él actúa como el Buen Pastor que nos sostiene. Recordemos que no fuimos al cielo, fue Dios mismo quien descendió y tomó la naturaleza humana para morir y resucitar por nosotros.
Como herederos de la Reforma, debemos recordar lo que nuestro hermano Juan Calvino, basado en las Escrituras, enseñó:
Desde Adán, toda la naturaleza humana está caída y con la conciencia entenebrecida. El ser humano no reconoce la presencia de Dios ni la puede buscar. Por eso, llegar a Cristo es un acto de regeneración que logramos solo por Su gracia, y permanecemos en él por su gracia.
El caminar diario del cristiano se basa en la negación de sí mismo, tomar su cruz y seguirle; es una decisión basada en la confrontación y desafío. Pero, ¡tranquilo!, no caminamos solos porque el Señor es EL DIOS QUE ACOMPAÑA.
febrero 04, 2007
enero 30, 2007
Contar Bien Los Dias
– Mickey McKinney –
Hay muchas opiniones muy equivocadas sobre lo que es contar bien nuestros días, tales como 1) complacer lo físico - sexo, drogas, y rock -n- roll, o 2) obtener lo material - dinero, mansiones, carros y muchos otros lujos o inclusive 3) aparentar ser super espiritual - cada vez que se abre la puerta del templo allí entra la persona. Un ejemplo de esto viene del filósofo francés Jean Jacques Rousseau quien dijo, "La felicidad es una buena cuenta bancaria, un buen cocinero y una buena digestión.” Aunque su engaño es bueno, ninguna de estas cosas nos ayuda a contar bien nuestros días. Más bien, contar bien nuestros días significa hacer el bien mientras aprendemos a ser buenos.
Esta idea viene de Miqueas 6:8 que dice, “Oh hombre, Él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante Dios.”
Siendo que solo hay uno bueno, (Marcos 10: 18, “Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.) debemos ser más como Dios en cada momento y en cada aspecto de nuestra vida y esto implica ser llenos del Espíritu de Dios y su mucho fruto según Gálatas 5:22. De igual manera, el hacer el bien viene por amor a Dios y obediencia a su Palabra. Porque por gracia somos salvos y no por las obras, sin embargo porque somos salvos haremos las buenas obras con gozo y alegría en agradecimiento por su gran don de salvación, y esto es el producto de la fe según el capítulo 2 de la epístola de Santiago.
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